Datos sobre Devoción admirable de Los 7 Dolores que María Santísima Sintió en la Vida y Muerte de su Amadísimo Hijo Revelados
Datos sobre Devoción admirable de Los 7 Dolores que María Santísima Sintió en la Vida y Muerte de su Amadísimo Hijo Revelados
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Los siete dolores que padeció la Inmaculado representan el sufrimiento de María a lo dilatado de toda una vida al unirse al sufrimiento de su hijo, Nazareno.
De modo específico, le pedimos por los enfermos y los que sufren, por las víctimas inocentes de la injusticia y la violencia, y por los cristianos perseguidos a causa de su Certidumbre.
Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios.»
En Lourdes se ha aparecido llorando, apenada y dolorosa, exhortando a la penitencia para evitar las tragedias y castigos a la humanidad. Y en Siracusa, al final de la segunda combate mundial, quiso portarse el singular maravilla de que una sencilla imagen llorara lágrimas reales que se pudieron observar y ver, y lo que es mas prodigioso, poner en cobro y analizar, comprobándose que realmente se trataba de lágrimas de la misma composición que las lágrimas humanas.
Inmóvil perseveraba la afligida Madre al pie de la cruz de su inmolado Hijo, y tristemente anhelosa de poderlo quitar del sangriento madero y recogerlo en su adorador seno… Mas ¡ay!, ¡cómo hacerlo, destituida como se hallaba de todo socorro humano!
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El texto del Cataclismo, nos describe a la "Mujer vestida de sol, con la escaparate a sus pies y coronada con una corona de doce estrellas...y nos dice que "gritaba con dolores de parto"
El reconocimiento de Cristo por parte de Simeón Devoción admirable de Los 7 Dolores que María Santísima Sintió en la Vida y Muerte de su Amadísimo Hijo anuncia el sufrimiento de María adyacente al de su hijo .
Creo que las mujeres que tienen la dicha de ser madres, y han tenido incluso la oportunidad de, como la Inmaculado María, notar la pérdida de un hijo, son las que mejor pueden comprender y apreciar una profunda devoción alrededor de los siete dolores de la Santísima Virginal María y unirse a ella rezando y meditando en ellos cada oportunidad que les es posible.
Llorar no es imperfección cuando el motivo del llanto es santo. Deplorar no es propósito de pasión, sino de fina sensibilidad. Llorar a impulsos del apego divino es un don de Jehová, don que solo a grandes almas se concede.
Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.
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Por aquel sensible coincidencia de vuestro santísimo Hijo, haced que me levante de la postración en que me tienen puesto mis enormes faltas, y cargue con la cruz de las penas y trabajos de esta vida, para aligerar en parte la cruz de Jesús, y mitigar vuestro dolor.
(María no dejó a su Hijo en el momento del dolor y aunque la decorado no es referida en los evangelios no hay duda de que ella estuvo a su flanco camino del Calvario, aunque que estuvo al pie de la cruz).